Emilia Wëhier

Emilia Wëhier

lunes, 20 de octubre de 2014

Los hombres de negro y el perejil

"Esto a mi, particularmente, me parece que se está yendo de las manos. No voy a soportar más tus faltas de respeto. ¿Qué pensás? ¿Qué, vivis solo?
Agradecido deberías estar de todo lo que ha hecho esta familia por vos. Y vos no hacés más que traernos disgustos.
Pobre tu padre, aunque sea deberías hacerlo por el.
No entiendo qué querés hacer con tu vida, terminar abajo de un puente. Eso no es lo que te enseñamos, seguramente que no lo es. ¿Me estás escuchando? No seas irrepetuoso pendejo de mierda, oime cuando te hablo.
Pero se terminó ¿Eh? De este desastre salis vos solito, cuántas veces te lo dije, no digas que no, porque te lo dije...
Esa te iba a agarrar de alguna forma, no es trigo limpio, es una aprovechadora, ahí la tenés, lindo regalito, otra boca para alimentar, pobre tu padre.
Y mirá que te lo dijimos.., que disgusto por dios, ¡nos vas a matar de un infarto! No sé que vamos a hacer ahora."

Pero en ese instante, una luz cegadora. La madre boquiabierta se quedó petrificada mirando hacia la puerta del patio. El hijo irresponsable ladeó la cabeza y miró de reojo con un pánico creciente que le iba congelando vértebra a vértebra la espina, mientras se configuraba lentamente delante de ellos la figura alienígena.

Digamos que "X" se presentó amablemente. Les dijo en un perfecto castellano que no temieran su presencia. No lastimaría a nadie, y se excusó por no traer una paloma blanca como muestra de pacifismo, ya que desgraciadamente todas las que habían recolectado en su descenso por la atmósfera había muerto, debido a una incompatibilidad entre la presurización de la nave y el tipo biológico del aparato respiratorio del animal.

Luego y de inmediato, les propuso llevarse a la chica embarazada por el perejil de la familia, y quedarse con el crío para terminar con algunas investigaciones genéticas.
La chica sería devuelta sana y salva, y los hombres de negro le depositarían una importante suma de dinero en la cuenta al perjil de la familia. Lo suficiente para que ni su padre, ni nadie en la familia tuviera un disgusto más, en lo que les queda de vida.

Al cabo de unos días, tocaron el timbre dos señores con gafas de sol. Traían un sobre que entregaron a la madre porque el perejil no estaba.
Se dieron vuelta y desaparecieron en un auto importado, justo cuando la señora aseguraba a viva voz que siempre supo que su hijo estaba para grandes cosas.









viernes, 25 de abril de 2014

Ahora y crimen




Me clavo las uñas en el brazo y logro distraer por un momento, algo, una neurona que pone en alerta mi sistema nervioso sobre una posible lesión. Pero las lágrimas caen aún más profusamente, casi con sorna hacia este penoso e inútil intento de evasión.
Con una crueldad lujuriosa van cayendo, desfigurándome la cara, desafiándome a hincar aún más las uñas, a ver hasta donde llego, pobre imbécil. Siguen cayendo por eso, no por las uñas. Por eso, sí, por eso...

Eso. Eso no tiene nombre. Eso, tiene puestas en escena, diplomas, fotos retocadas, concesiones, olvido, ocultamiento, oscuridad, idiomas, belleza, obviedad, aviones, ositos y recibos de sueldo. Eso, tiene muchos recursos, para una vida entera, pero sobre todo tiene olvido.

¿Qué habrá sido lo que abrió la hendija en "eso"? Maldigo esa oruga que se abrió paso por el túnel de mi carne sin prisa pero sin pausa durante los años, quizás los siglos de los siglos, hasta dejarme desnuda frente a "eso" con un revolver en la mano sin saber hacia dónde apuntar. 
Las lágrimas ya se convirtieron en congoja, tengo espasmos en el estómago, me tiembla la mano pero quiero dispararle. Esta situación no puede ser más ridícula e injusta. Tantas lágrimas me nublan la vista, voy a errar el tiro, y en el mejor de los casos, acertaré, y me quedaré desnuda y sin "eso". Que es lo único que tengo, y es lo único que soy.


Tengo frío, "eso" desapareció, y han quedado en su lugar la almohada mojada, y dos manos inmóviles envejeciendo.
No hay decorado. No hay más olvido. Lo recuerdo todo.  Recuerdo la constante tarea de mi propia demolición. Recuerdo lo que no fui. Soy libre ahora y no sé caminar.
No hay caballo blanco sobre el cual cabalgar desnuda con el revolver humeante, mientras la multitud vitorea mi nombre. 

Trataré de dar una última orden.

Manos mías, al río. Saquen a la niña del fondo, y que respire.


miércoles, 16 de abril de 2014

En clase.


La maestra anunció la entrega de la nota de concepto.
En el primer examen obtuve un nueve, y en segundo un diez. Pero falta la nota de concepto.
El concepto debe ser muy importante porque se promedia con mi saber sobre la materia. Y el ceño de la maestra está muy fruncido.
Intimación general a adoptar una conducta participativa en clase. Es perentorio. Debe tener que ver con el concepto... 


Es muy temprano, tengo sueño y hace mucho frio en el aula, pero creo que entiendo lo que quiere decir la maestra.

Hablar a viva voz en clase sobre el paramecio y el aparato de Golgi previa levantada de mano, es tan o más importante que escribir lo mismo en las hojas de los exámenes.
Estoy en problemas, yo no sabía que habría nota de concepto, y soy tímida, me cuesta mucho hablar en público.
¿Qué concepto tendrá de mi la maestra? Creo que a lo sumo habré levantado la mano dos veces desde que comenzaron las clases. Estoy sudando frío.

-"Los trabajos prácticos no, no forman parte del concepto, se promedian por separado, Aguirre".

Creo que no soy la única que no termina de comprender qué incluye el concepto. Aguirre, que se sienta dos bancos más adelante, tampoco lo entendió. La semana pasada rompió un vidrio del comedor de un pelotazo. ¿Formará eso parte del concepto que la maestra tiene de Aguirre?

Ahora la maestra habla de posturas actitudinales y de compromiso individuales. ¡Ah! Ya sé, demostrar interés quizás. 
Estoy cabeceando, ¡por favor que no me vea! Mi concepto...
La maestra explica la importancia de no olvidar el libro de la materia. Pobre Aguirre, creo que ni lo tiene, y la maestra ya se dio cuenta, pero por otro lado tiene dos diez en los exámenes. Ay pero cierto, eso no cuenta en el concepto, y además tampoco levanta mucho la mano.

Finalmente leyó las notas, por orden alfabético.
Aguirre obtuvo un ocho. Una compañera, estalló en llanto, la maestra le puso un cinco porque había estado floja en los exámenes. Mi compañera repetía que era injusto.
Yo obtuve un nueve. Volvió el calor a mi espalda y sonó el timbre.
Mientras me dirijía a la salida del aula para ir al recreo, me acerqué a la maestra para preguntarle mi nota de concepto nuevamente, solo para asegurarme.

-"¿Cómo es tu apellido?" Preguntó.